Lo que nadie te explica: la nueva cuota de autónomos no ha subido y no es un impuesto
No es una subida, es tu red de seguridad: desmontando los bulos de la cuota de autónomos
autónomos
Desde 2025, los autónomos en España cotizan según sus ingresos reales. Ya no existe una cuota fija para todos: la Seguridad Social ajusta lo que pagas a lo que realmente ganas. Una medida pensada para ser más justa… pero que ha generado nuevas polémicas y reavivado cuestiones históricas:
👉 ¿Cuánto tendré que pagar realmente?
👉 ¿La cuota de autónomos es realmente un impuesto?
👉 ¿Pueden los seguros privados sustituir de forma real y económica la protección del RETA?
Vamos a verlo con calma.
Cómo funciona el nuevo sistema de cuotas
El nuevo modelo de cotización por ingresos divide a los autónomos en tramos de rendimientos netos; es decir, la diferencia entre lo que facturas y los gastos necesarios para desarrollar tu actividad. La cuota mínima para ingresos mensuales netos de 653,59 € o menos asciende a 205,25 €, lo que supone una reducción de 118,72 € respecto a la cuota mínima anterior a la reforma (323,97 € al mes), es decir, una disminución del 36,64 %.
En cuanto a los tramos más altos, la cuota máxima a pagar para rendimientos mensuales de más de 4.909,50 € sería de 1.541,58 € al mes. Antes de la reforma, la base máxima era de 4.139,40 € y la cuota correspondiente, 1.266,66 € mensuales. Esto implica —sin tener en cuenta la inflación ni otras variables— un aumento simple de 274,92 €, es decir, un 21,7 % más, lo que en la práctica supone una menor carga proporcional para los ingresos más elevados.
La gran diferencia radica en la progresividad del sistema, que ahora obliga a cotizar más a quienes más ganan, con cuotas más altas en cada tramo. Antes, cada autónomo podía elegir libremente su base de cotización, independientemente de sus ingresos, con el fin de ajustarla a la pensión futura o a las prestaciones que deseara. Este cambio implica que quienes menos ingresan pagan menos, ya que los que más ganan compensan la diferencia.
La filosofía del nuevo modelo es clara: paga más quien más gana. Además, la Seguridad Social realiza una regularización anual una vez dispone de los ingresos reales declarados en la declaración de la renta, ajustando así las bases de cotización. Si tus ingresos fueron inferiores o superiores a los previstos, el sistema te devuelve o cobra la diferencia correspondiente.
¿Qué es la cuota de autónomos y qué servicios presta?
La cuota de autónomos, NO ES UN TRIBUTO, sino una aportación directa al sistema público de protección social, gestionado por el Estado a través de la Tesorería General de la Seguridad Social. En otras palabras: es el precio de un servicio público que garantiza tu cobertura médica, tu jubilación y tu protección frente a imprevistos. Estas coberturas incluyen prestaciones sanitarias, por enfermedad o accidente, maternidad y paternidad, cuidado de familiares, jubilación, cese de actividad, viudedad, orfandad, entre otras.
A diferencia del IRPF, que sí es un impuesto que pagan los autónomos y que se destina a financiar los gastos generales del Estado (no así el IVA, que en realidad es un impuesto neutro para los trabajadores autónomos, ya que el autónomo actúa únicamente como recaudador ante Hacienda), la cuota de autónomos tiene una naturaleza completamente distinta.
No se trata de un tributo, sino de una aportación finalista, es decir, una contribución que se destina directamente a financiar las prestaciones y servicios que protegen al propio trabajador: asistencia sanitaria, jubilación, incapacidad, entre otras.
Por eso, cuando existen excedentes o superávit, estos fondos se acumulan en la “caja” de la Seguridad Social, un sistema separado del presupuesto general del Estado, que se utiliza exclusivamente para garantizar las pensiones, la asistencia sanitaria y el resto de coberturas sociales de los trabajadores. Y en el que el Estado en caso de necesidad hace de cobertura para mediante aportaciones excepcionales vía impuestos, salvo en la crisis de 2008, cuando el Estado optó por no realizar esa aportación excepcional y desvió esos fondos para sostener las pérdidas del sistema financiero privado en lugar de reforzar la «caja» de la Seguridad social, debilitando por años el sistema de protección social.
¿Cuál sería la alternativa privada a la cuota de autónomos y al sistema público?
Si un trabajador autónomo quisiera sustituir o complementar las coberturas que ofrece el sistema público mediante servicios privados, debería contratar varios seguros independientes. Estas pólizas, sin embargo, presentan condiciones muy distintas a las del sistema público: suelen estar sujetas a cláusulas complejas y restrictivas, redactadas en un lenguaje poco accesible para la mayoría, y con exclusiones que dejan fuera precisamente los casos más graves, como trasplantes, determinados tipos de cáncer o partos con complicaciones.
Además, conviene recordar una práctica extendida en el sector asegurador desde los años 70, conocida como la estrategia de las “tres D” (Deny, Delay, Defend): ❌negar, ⏳retrasar y ⚖️ judicializar. Este modelo, aplicado en momentos de alta siniestralidad o crisis económica, dificulta el acceso rápido y efectivo a las prestaciones.
En cuanto al coste, los seguros privados no representan necesariamente un ahorro respecto a la cuota de autónomos. Para lograr una cobertura comparable sería necesario contratar varias pólizas —sanidad básica, incapacidad, pensión, jubilación, vida, etc.—, lo que elevaría notablemente la factura mensual. A esto se suma la práctica habitual de renovaciones anuales, que puede implicar la pérdida de cobertura en casos de enfermedades crónicas o de larga duración.
Por último, hay que tener presente que los seguros privados se basan en criterios actuariales, es decir, cálculos de riesgo y rentabilidad. Esto significa que solo ofrecen servicios de manera eficaz cuando resultan económicamente viables, por lo que en contextos de crisis o adversidad social, su cobertura puede reducirse de forma considerable.
🩺 Para hacerse una idea del verdadero valor del sistema público español, basta con mirar cuánto cuesta acceder a una cobertura similar en países donde la sanidad y las pensiones dependen casi por completo del mercado privado, como Estados Unidos.
Según la web oficial del Gobierno de EE. UU, el coste de un seguro médico individual puede oscilar entre 400 y 1.200 dólares mensuales (entre 375 € y 1.120 €), dependiendo de la edad, el estado y la cobertura elegida. Además, la mayoría de los planes privados incluyen franquicias anuales que superan los 2.000$ – 5.000$ dolares, junto con copagos y “coinsurance” que obligan al paciente a asumir en torno al 19 % del coste hospitalario de cada ingreso, con una media de 336 $ dolares por hospitalización, según datos de la Kaiser Family Foundation (KFF).
En total, una estancia hospitalaria de solo tres días puede suponer entre 1.300$ y 2.500$ dolares de gasto directo, incluso para personas aseguradas.
En comparación, la cuota media de un autónomo en España ronda los 300 € mensuales e incluye cobertura sanitaria universal, pensión de jubilación, incapacidad, maternidad, paternidad, viudedad, orfandad y otras prestaciones, sin franquicias ni exclusiones por edad o enfermedad previa.
Conclusiones: una reforma necesaria (aunque mal contada)
Desde 2023, los autónomos cotizan, según sus ingresos reales, en un sistema que se ha ido aplicando de forma progresiva hasta 2025. El nuevo modelo no es una “SUBIDA DE CUOTA”, como muchos titulares repiten, sino una forma más justa de distribuir el esfuerzo: quien más gana, más aporta. Hasta ahora, los autónomos con menos ingresos pagaban casi lo mismo que quienes facturaban cinco o diez veces más. Además, la cuota de autónomos no es un impuesto, sino una aportación finalista que financia coberturas esenciales —sanidad, jubilación, incapacidad, maternidad o viudedad—. Aun así, según datos del Instituto Nacional de Estadística y la Seguridad Social, las cotizaciones del RETA solo cubren alrededor del 50 % del gasto real en prestaciones, un déficit que justifica la reforma y la búsqueda de un sistema más equilibrado y sostenible.
Mientras algunos defienden modelos privatizados, basta cruzar el charco para ver la realidad: en EE.UU., un seguro de salud puede costar hasta 1.200 $ al mes, con copagos desorbitados y franquicias que dejan facturas de hospitalización de 800 $ por día. En España, en cambio, con apenas 300 € mensuales, cualquier autónomo accede a una red de seguridad sólida: atención médica inmediata y gratuita, jubilación garantizada y bajas remuneradas, sin que nadie cuestione su historial médico. La reforma no es solo un ajuste de cuotas: es blindar un sistema que, aunque imperfecto, protege a todos por igual. No es un gasto, sino la prima que pagamos para que una mala racha no se traduzca en ruina.

